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Si quieres aprender desde tu casa y ponerte al día, en mi tienda online tienes disponibles los vídeos de las primeras sesiones, que te ayudarán a incorporarte al proceso.

¿Necesitas un tiempo para tí?

En cada encuentro abordaré aspectos teóricos relacionados con el manejo del estrés y su repercusión en nuestro bienestar.

Vas a conocer cómo funciona tu sistema nervioso, a través de ejercicios en vivo de Autorregulación, en un espacio de seguridad y aprendizaje compartido. ¿En que consiste Somactic Experiencing?

Todos los miércoles de 20:00 a 21:30.
Precio: 40€ al mes. 
Para asistir debes escribirme un Whatsapp al 699996151.

«Para mi esta experiencia ha sido muy positiva, ya que me ha ayudado a gestionar y comprender mejor mi problema de ansiedad . Tanto Carlos cómo el resto de personas del grupo, me han hecho sentir muy bien y aprender a conectar con mi cuerpo. «

Merche

«Para mi esta siendo un montón de sensaciones y emociones que junto con el compartir del grupo que es precioso!!! Me esta dando fuerza interior, me quiero más, y más creatividad y empuje en el día a día para cumplir mis sueños. «

Celes

«Mi experiencia la definiría como la revolución más evolutiva, lo primero dedicarme una hora exclusivamente para mí, aprender a escuchar a mi cuerpo con muchas sensaciones a la vez unas agradables otras desagradables, pero todas sorprendentes, que callan mi mente y nos las juzgo, sólo las siento, identificar la emoción y el pensamiento conectando cuerpo y mente, sintiendo que todo en mi se equilibra solo. Consecuencias es la primera vez que veo un cambio tan grande en mí, que me ha hecho quererme más, decir lo que necesito, mostrarme más hacia los demás y que sólo si nosotros nos amamos, respetamos, cuidamos, escuchamos y sentimos, nos liberamos de miedos.»

Toñi

«Estos encuentros están siendo para mí uno de los mejores viajes de mi vida, dándome la oportunidad de conectar con mi cuerpo y reconocerme desde el amor, permitiendo así que la relación con otros sea fuente de una verdadera co-regulación. Espacio seguro de la mano del ser maravilloso que es Carlos.»

Lola

«Para mí los encuentros están siendo un modo muy eficaz de volver a conectarme con mi corporalidad, algo que estoy viendo que es imprescindible para sentirme bien conmigo misma y que era una asignatura pendiente, aún después de muchos años de búsqueda. Todo ello enseñado de una forma práctica, amena y respetuosa con las singularidades de cada cual y en un ambiente grupal acogedor y amable.»

Isabel

«Los encuentros de los miércoles no es solamente un espacio para conectarme con mi yo más profundo y compartirlo con personas en el mismo camino de autoconocimiento, sino comprenderme a través de las sensaciones corporales de forma consciente y, así poder hacer cambios para una vida más plena. PRESENCIA es la clave para sentir verdaderamente tus emociones, localizarlas en tu cuerpo y así liberarlas. Gracias Carlos por esta oportunidad.»

Pilar

«Estoy encontrando ese hilo magnético entre mi mente y cuerpo. Disfruto de cada taller. Encuentro emociones en almas que sin conocer de nada, comparten sensaciones, palabras que para mí estaban dormidas. Es un despertar único. Gracias.»

Maripy

«Este espacio de conexión y encuentro me está permitiendo hacer un trabajo terapeútico de sanación muy profundo. Me ha facilitado conectar con mis necesidades, encontrarme conmigo misma y, desde aquí poder conectar con los demás cuidándome.»

Isabel

«Este espacio de conexión y encuentro me está permitiendo hacer un trabajo terapeútico de sanación muy profundo. Me ha facilitado conectar con mis necesidades, encontrarme conmigo misma y, desde aquí poder conectar con los demás cuidándome.»

Marisa

«La repercusión en mi vida tras realizar estos encuentros es ser más consciente de lo que quiere y necesita mi cuerpo. He aprendido a escuchar mi cuerpo, a permitirle tiempo y ponerlo como prioridad.»

Paula

Bajar al cuerpo (Patricia Plaza, de su blog "Una vida mundana")

La vez que me dejé romper el corazón se me cayó el pelo. Alopecia areata fue el diagnóstico. A los 20 años me arruinó la imagen. Menos mal que por entonces no había instagram. Cuando entré en la consulta de la doctora en Granada y me miró, lo primero que me preguntó fue: 

– ¿Mal de amores? 

Muchas UNAs después, en Inglaterra, me salió un bulto en el cuello justo antes de encuadernar mi tesina. Ya de vuelta en España, de interina en Linares, a semanas de opositar, leer la tesis y casarme, un dolor agudo me atravesó el estómago: resultó ser gastritis. Las canas me sorprendieron de forma simultánea a la preocupación dependiente que acompañó mi primera maternidad. Esta tendencia a somatizar, que me ha acompañado toda la vida, me ha llevado inexorablemente a concluir que cuerpo y mente es uno. Mejor dicho, que cuerpo y mente es UNA, y no hay ni tan siquiera una delgada línea roja entre ambos. Incluso aquellas personas que no tienen esa tendencia genética a los síntomas psicosomáticos tan pronunciada, brillan sin embargo en períodos de serenidad, y se arrugan o crispan cuando atraviesan momentos más convulsos. ¿O no es cierto? ¿No estás más guapa cuando estás menos estresada, cuando todo va bien?

Esta creencia de que no hay separación entre cuerpo y mente es, sin embargo, creencia a nivel intelectual en UNA pues todavía no llego a encarnarla del todo: a pesar de las múltiples evidencias del párrafo anterior, se trata de un convencimiento que aún no ha bajado al cuerpo, que todavía vive en la azotea, como llama mi amigo Carlos a la mente. ¿Por qué- si UNA lo sabe- UNA no lo practica? La tradición religiosa en la que UNA fue educada es a estos efectos muy fuerte: el binomio cuerpo-alma, o cuerpo-espíritu, discrimina dos entidades muy diferentes, una pecaminosa condenada a la mortalidad, y la otra con opciones de subir a los cielos o bajar a los infiernos.

No es sólo cuestión de religión. Es también de medicina, al menos en la cultura occidental. Se trata de una medicina que nombra síntomas y luego comercia productos para paliar dichos síntomas. En general, se ignora que la causa pueda venir de más allá de un órgano. O se compartimenta: si te duele la rodilla, te vas al traumatólogo; y si te da un ataque de ansiedad, te vas al psicólogo. Si tienes diarreas recurrentes, te vas al digestivo; y si estás deprimido, te vas al psiquiatra. Ahora bien: cuando quedas con tus amigas a tomar un café, dime la verdad: ¿te sientes más cómoda contando que has ido al traumatólogo, o que has ido al psicólogo? Si no me equivoco, gana la rodilla, porque la salud está valorizada, pero la salud mental está estigmatizada. La separación cuerpo/mente en nuestra cultura es tal que cuando se habla de salud nos referimos en realidad al cuerpo, y las connotaciones que reciben uno y otro compartimento están totalmente polarizadas.

En los niños, sin embargo, no es así. Somos mucho más abiertos a la hora de aceptar la fusión cuerpo-mente en un niño: vemos con claridad que tiene una rabieta (emocional) porque está (físicamente) cansado; apreciamos con nitidez que lloriquea porque está incubando un virus; aceptamos que esté gruñón porque tiene hambre. Sabemos que cuerpo y mente van mano a mano en la infancia. 

Crecemos para olvidarnos de esta verdad absoluta. Los adultos, la mayoría de los adultos, tendemos a vivir en la mente. ¿Cuántas veces no te sorprendiste al ver que ya te habías terminado el plato y no recordabas habértelo llevado a la boca? ¿Cuántas veces caminaste de casa al trabajo de manera tan automática que no podrías describir ni una sola de las personas que se cruzaron en tu camino? ¿Te acostaste y la siguiente vez que miraste el reloj había pasado casi una hora en la que no recuerdas haber hecho nada? Estabas ocupada. Pensando. 

UNA prepara clases, organiza el menú de la semana, resiente algo que alguien le dijo, planea una sorpresa, toma una decisión, escribe un post, critica a alguien, y hace la lista de la compra: TODO ESTO de casa a la escuela. En un día mundano. TODO ESTO en la cabeza de UNA. Pero la vida real de esos veinte minutos se me escapó: me perdí el camino al cole, las sensaciones del milagro de mi cuerpo caminando, la orquesta de sonidos de fondo de mi vida. Me perdí mi vida esos veinte minutos.

No tendría importancia si no fuera porque preparar, organizar, resentir, planear, decidir, criticar, listar… es en lo que se ocupa la mente la mayor parte del tiempo, una mente disociada del cuerpo, manteniendo esa separación en la que intelectualmente muchos ya no creemos, pero que evidentemente todavía encarnamos. Vivimos en la mente y sólo nos acordamos del cuerpo cuando algo no funciona como debería: nos duele algo, nos escuece, nos sangra, nos pica. Nos urge. Somos capaces de definir nuestras sensaciones corporales si éstas son desagradables e incómodas, si llaman la atención, si requieren el traslado al médico. 

Pocas, muy pocas, son sin embargo las veces que nos dejamos aterrizar en el cuerpo y sentir todo lo que está sucediendo ahí, debajo de la azotea, justo donde sucede la vida. Las emociones no son sino sensaciones corporales, agradables o desagradables. Si nos parásemos a sentirlas, en vez de ornamentarlas con miles de pensamientos adosados como lapas, fluirían sin estancarse. Pero nos empeñamos, UNA la primera, en otorgarle significado a todo, en cosificar -diría Carlos- y hacemos pesado lo que de otra manera sería ligero. 

Es complicado desvincularse de la dicotomía cuerpo-mente y bajar al cuerpo, especialmente para las que nos apoyamos en la muleta de la palabra, como si lo que no se nombrara, no existiese. El pensamiento se nutre de palabras. La azotea de UNA parece un scrabble. Pero lo cierto es que la presencia, ésa de la que hablaba en el post anterior, ésa que te salva de la locura, ésa que es imprescindible para una maternidad consciente (para cualquier relación consciente, de hecho), sólo es posible bajando al cuerpo. Esto es lo que trabaja Carlos en sus talleres de conciencia corporal online de los miércoles. Por suerte, hay profesionales que se hacen eco de que salud pasa por presencia, por integración cuerpo-menteCarlos López-Obrero es uno de ellos. Carmina Mariscal es otra: «La salud es una conquista personal».

Quizás, uno de los mensajes que deberíamos recolectar de esta pandemia sea que para sanar de este virus vamos a necesitar mucho más que una vacuna; que necesariamente la sanación ha de pasar por un cambio de mentalidad, y que éste requiere de presencia e integración.

 

Photo by Raphael Renter on Unsplash

 

Éste es mi propósito para el año nuevo y mi deseo para vosotras: bajar al cuerpo. Alineemos la azotea con las sensaciones corporales. Abramos la mente a lo que hay aquí ahora. Volvamos a ser niñas. Cuando estemos al borde de un ataque de nervios, escuchemos al cuerpo que lleva rato intentando hacernos ver que estamos extenuadas, que es hora de ignorar la lista de cosas por hacer y echarnos un rato al sol. Cuando estemos irritables, preguntémonos si aprieta comer o beber algo que nutra nuestro cuerpo. Si estamos llorosas, quizás sea hora de un mimo. Honremos al cuerpo.

Sobre todo, no esperemos a que algo nos duela, nos escueza o nos sangre para hacernos un poco de caso. Tratemos de prestar atención a las emociones agradables que también tienen su reflejo corporal. Ese momento de conexión con el-otro-que-no-eres-tú, ¿dónde te lo sientes? El gusto que da meterse en la cama después de un día largo, déjatelo sentir. La sensación de haber hecho algo bien, ¿dónde la notas? El placer al terminar un entrenamiento, permítete disfrutarlo. Goza.

Y cuando el ánimo no acompañe en estos tiempos difíciles que atravesamos, estate con él y baja al cuerpo también, pero no caigas en la tentación de abandonarlo, que solemos descuidarnos cuando más lo necesitamos: si estamos mal, comemos mal, dejamos de hacer ejercicio, dormimos a salto de mata. Pero es precisamente cuando el ánimo no acompaña que hay que empezar por el cuerpo. Tú cuida del cuerpo que el ánimo sigue. No le queda otra, ¿sabes? Son uno. Son UNA. Esto que ya sabemos en teoría, es mi propósito de año nuevo para UNA y mi deseo para vosotras que lo incorporemos en la práctica.

“La calidad de tu vida depende de lo bien que manejes tu cuerpo y tu mente”

Sadhguru